Un francés

Cada vez que en Francia los estudiantes salen a la calle el mayo francés se recuerda de forma inevitable, pero ahora los jóvenes no piden lo imposible o mejor dicho lo imposible de ahora era lo que el establishment ofrecía en el 68 y los estudiantes se pasaban por el arco del triunfo (me refiero al de los campos Eliseos).

Se empeñan los gobiernos en contarnos historias extrañas, como que se puede ampliar la vida laboral y que la oferta de puestos de trabajo no disminuye o la necesidad de aumentar la edad de jubilación por el aumento de la esperanza de vida (que ellos no saben lo que es ni cómo se calcula),  o que el déficit público se puede controlar rebajando el gasto y las inversiones públicas sin que afecte al empleo y otras muchas más historias que ya nadie cree.

Pero lo realmente peligroso es el vacío que se le está ofreciendo a esa juventud universitaria con varios masters y con conocimiento de más de una lengua, se les condena a un sueldo mínimo de supervivencia, a una vida laboral hasta los 67 años, a jornadas de trabajo de sol a sol, a una reducción de las conquistas sociales de sus padres y a un bombardeo consumista absolutamente desmedido.

Y van y se ponen a quemar contenedores en Francia, y a gritar y a cabrearse, mientras en España parece que atamos los perros con longaniza... y es que ya nada es igual, en estos tiempos donde los legionarios llevan camiseta y las mujeres el pecho al aire.