Tenía que suceder un día u otro. Macareno era un toro nacido para lidia, no podía morir de viejo, debía morir joven, con fuerza, orgulloso, capaz de helar la sangre con su mirada, pero tenía que hacerlo en la plaza, con público, sintiéndose dueño y señor, querido y temido.
Embistió por última un 15 de mayo de 2011, a partir de ahí su agonía dejó de tener sentido. Han sido siete de años de vida, que para un toro ya es demasiado.
Descanse en Paz.
El duelo recibe en http://elsacacorcho.wordpress.com/
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