Nos ha tocado vivir una época en la que los sentimiendos más profundos, más íntimos y hasta los más dolorosos son expuestos y comercializados -después de la publicidad- sin el más mínimo rubor, la catarsis psicológica se mide según el share, en eso que llaman el prime time.
Los partidos políticos no se cortan en fichar a las víctimas en una especie de mercadotecnia de la desgracia, se ha podido ver a los padres de niños asesinados de decorados de algún mitín. En España hay una tendencia muy curiosa de dar autoridad en algunos temas a quienes han sido víctimas, me explico, no es dificil comprobar como alguien que ha tenido una enfermedad habla con una aureola de autoritas por el simple hecho de padecerla o haberla padecido.
Nombrar asesor de justicia de un partido político a una persona, sin más mérito ni conocimiento técnico, que el de haber sufrido la terrible experiencia de perder una hija a manos de unos indeseables, es tan absurdo como si a mi me hiceran cardiálogo por el simple mérito, no deseado, de haber padecido un par de infartos.
También es ya habitual que quienes han sufrido y son víctimas de un delito se movilicen, amparados con el consiguiente despliegue mediático, para modificar el código penal, que dicho sea de paso, es el más duro de Europa en un pais con la mayor seguridad del continente. Modificar el código penal a raiz de un delito concreto tiene un nombre muy feo. Así no.
También es ya habitual que quienes han sufrido y son víctimas de un delito se movilicen, amparados con el consiguiente despliegue mediático, para modificar el código penal, que dicho sea de paso, es el más duro de Europa en un pais con la mayor seguridad del continente. Modificar el código penal a raiz de un delito concreto tiene un nombre muy feo. Así no.
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