Siempre hay quien te dice que no quieres ver o aceptar la realidad, y lo dicen como si la realidad tuviera un carácter unívoco, como si ésta no fuera susceptible de ser decodificada, como si cada uno no inventara su propia realidad, como si ésta no fuera poliédrica, cuando, como dice Fito, la realidad no es más que trozos de cristal que hay que cruzar descalzos.
Para aquellos que sacralizan la realidad, elevándola al altar de lo inamovible, de lo indiscutible, de lo no opinable, de lo inaccesible, de lo inmutable, de lo permanente, de lo inmanente, de lo perdurable, de lo inviolable, es necesario recordarles que es de personas libres intentar modificarla, aunque a veces ni siquiera merezca la pena.
Ámen
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